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Del Bosco propuso a cada uno de los presentes hacer un balance sobre lo realizado durante el año a través de tres preguntas: “De quién yo recibí algo sustancial; a quién yo le di algo sustancial, y en quién puedo incidir sustancialmente y por qué”. Más adelante, se refirió a que todos formamos parte de un primer círculo de influencia que se va ensanchando, y “que cumplimos una función para los que están más allá de ese círculo”.
A continuación propuso: “Dejemos de dividirnos en buenos y malos, esto es un simplificación de identidades, y esto genera un nosotros y un ellos, y así no se construye un país”.
Por eso sugirió que la energía esté relacionada con el don para que de esa manera así ese círculo del que hablaba al principio se vaya ampliando en la gente en la que uno tiene influencia.
“La idea del don es una alternativa del homo economicus, es necesario concentrarse en lo que uno puede dar, en el ámbito del don, lo que cada uno cree que tiene como capacidad para hacer”. En ese sentido, destacó: “El sentido de lo que uno hace, proviene de captar un bien en otro”.
Con relación a cómo pensar nuestro lugar en la sociedad, la doctora en filosofía explicó: “Para ser quienes somos hoy, alguien nos dio cosas, tuvimos privilegios. Hay que ser conscientes de ellos, y estos privilegios conllevan una enorme responsabilidad. El privilegio se justifica en el servicio”.
“La pujanza del trabajo rural es protagonista en la historia argentina, y si está apoyada en los círculos que fomentan un grado de confianza y de servicio, va a lograr el cambio. Y eso es un bien que no puede ser quitado por nadie”, resaltó la filósofa.